Cuando nace un bebé, nace también una mamá, ambos pequeños y
recién nacidos se van conociendo y van creando su propia historia, hay que
darnos tiempo de escuchar a las madres, pues en cada una de estas historias hay
grandes enseñanzas, grandes retos y el amor más grande que existe sobre la
tierra.
La crianza y la
lactancia son un arte de manera que no hay una guía paso a paso que podamos
seguir con un nuevo bebé, pero al conocer las historias y retos de otras madres
podremos aprender algo que nos puede funcionar, podremos inspirarnos y
motivarnos en su lucha.
Este pequeño compendio
de historias de lactancia y crianza está dedicado con mucho cariño a todas las
futuras madres, a las que lo acaban de ser y a las que quieren volver a serlo,
agradecemos de todo corazón a las mamis que se dieron tiempo en medio de sus
atareados días de crianza para compartirnos su propia historia.
Cada una de ellas es
hermosa y llena de sabiduría.
Con cariño:
Lulú Flores y Alma Olivia Gómez
Dudas de lactancia
Enero 2015
Alicia y Alaida
Mi experiencia con la lactancia materna comenzó
cuando todavía no intentaba embarazarme, aunque ya lo pensaba. Un sábado por la
mañana acompañé a mi mejor amiga a un curso de lactancia. Ella estaba
embarazada de cuates y quería prepararse ya que el reto sería doble. Recuerdo
que le dije que iría sólo por acompañarla, ya que lo más probable era que
cuando yo tuviera hijos no podría darles LM al igual que mi madre, tías y
primas. Ella me explicó que eso no era hereditario y yo agregué que por mis
"pulguitas" iba a ser complicado que saliera leche.
Después de la
plática con Lulú Flores, mis ideas comenzaron a cambiar. Comprendí que los
aportes nutricionales y de afecto de la LM, no tienen comparación con ninguna
fórmula y se me grabó muy bien la frase: "sin importar el tamaño o la
forma, todos los senos femeninos pueden lactar". Así que, pudiese o no,
definitivamente lo intentaría. Dejé ese NO rotundo que mi mente heredó por un
TAL VEZ.
Pasaron los meses,
alrededor de un año, cuando me embaracé. El primer curso que tomé fue de
nutrición, de nuevo con Lulú. Ahí reforcé la importancia que tiene para un bebé
recibir la leche materna, y por supuesto que yo haría todo lo posible para
darle a mi bebé, él o ella, lo mejor. En ese momento, mi “tal vez” ya era un
QUIERO HACERLO.
Casi al final del
embarazo, en el curso psicoprofiláctico, nos preguntaron cuáles eran nuestros
temores para el momento del parto y, a diferencia de la mayoría, mi temor se
enfocaba en no tener leche. Aún mi cerebro no entendía cómo podría ser capaz de
producir alimento a partir de un día en específico y aún temía que no
sucediera. Mi esposo, al escucharme, dijo que él estaba seguro de que yo podría
darle leche a nuestra bebé, que no existía duda alguna y me aferré a esa idea.
Obviamente leí y me preparé por igual.
Cuando la bebé
nació por parto natural, sin anestesia, a las 40 semanas de embarazo, pude
pegármela sólo un instante y después se la llevaron a "bañar". El
baño resultó ser "aclimatación" y aunque nació sana no me la dejaron
todo el tiempo como nosotros queríamos. Les pedimos que no le dieran fórmula y
que si lo hacían fuese en vaso. Horas después, no recuerdo cuantas, nos la
llevaron e intenté darle pecho, pero aunque ella se pegaba no me salió gota
alguna. Las primeras veces, le dimos fórmula usando el biberón como vaso (sin
la mamila) y después comencé a darle con la mamila porque la fórmula se tiraba
y no quería que pasara hambre. Sin embargo, siempre antes del bibi, me la
pegaba 15 minutos de cada lado, hasta que dos días después sentí una gota. No
estaba con la bebé, sólo sentí que me mojaba levemente. Casi me encuero
enfrente de la familia de mi esposo (estaban de visita) para comprobar si era
leche y, en efecto, al rato salieron más gotas transparentes que para mí
valieron oro: el calostro. Corría a pegármela cada vez que las sentía o
agarraba un bibi para que cayeran ahí, porque no siempre salían en el momento
adecuado y no quería que se desperdiciara una sola gota.
Poco a poco la beba
fue llenándose con lo que yo le daba y, aunque tuviese listo el biberón con
fórmula a un lado, si ella no pedía más, ya no se lo daba hasta que confié en
mi producción y dejé de preparar el biberón. Sólo lo hacía para salir a la
calle y una toma por la noche.
Sentía mis pechos
inflados y goteaba a todas horas, muchas veces amanecían las sábanas mojadas,
pero lo importante fue que podía producir leche y dársela a mi beba.
A los quince días
la beba comenzó con cólicos y parecía que la toma de las 8 o 9 de la noche le
caía mal porque me jalaba y lloraba sin tomar nada. Terminaba por prepararle el
biberón que a veces la calmaba y a veces no. Por esos días comenzó también a
estreñirse y el pediatra le recetó una fórmula diferente para probar si era
intolerante a la proteína de la leche o a la lactosa. Por si acaso dejé de
consumir lácteos y conseguí un extractor. Si ella era intolerante, debía darle
sólo mi leche, no me gustaba verla sufrir con esos cólicos y, si seguía sin
aceptarme LM en la toma nocturna, le daría biberón pero con mi leche.
El primer extractor
no me funcionó, fue uno económico cuya copa genérica me quedó grande y no
lograba el vacío necesario para la extracción. Manualmente sólo sentía que me
lastimaba y no salía nada. Fue hasta que una prima me prestó su extractor que
logré extraerme leche y, literalmente, lloré de felicidad cuando lo logré. Mi
beba tendría su primer bibi de mi leche para en la noche.
Los cólicos
resultaron ser producto de una inmaduración normal del intestino de la bebé y,
aunque a mi me parecieron eternos los días, no pasaron más de dos meses para
que se le quitaran. En ese momento dejé de necesitar extraerme para la toma
nocturna. Volví a consumir lácteos y sólo el huevo y los frijoles tuve que
evitarlos porque a ambas nos inflaman el estómago.
No puedo decir que
todo fuese perfecto después, pero si mucho mejor. Darle acostada nos permite
dormir bien a las dos, ni siquiera sé cuantas veces me pide por la noche. Es
cierto que las tomas deben ser a libre demanda; ponerle horarios sólo me
provocaba crisis. Cuando dejaba mucho rato sin darle (más de dos horas) al
momento en que ella me pedía no salía leche y su hambre era tanta, que lloraba
desesperada. Es totalmente falso que tomar a cada rato les interrumpa la
digestión, al contrario, así su pancita no se llena de más y digiere su leche
mejor.
Varias mamás
conocidas que comenzaron muy bien con la lactancia, dejaron de producir cuando
regresaron a trabajar y yo no quería que me pasara, por lo cual siempre me he
extraído en la oficina al menos una vez.
Alrededor de los
cinco meses la producción agarró su ritmo y dejamos las crisis. La beba también
aprendió a succionar mejor y la duración de las tomas desde entonces es más
corta y efectiva.
Hoy, a unos días de
cumplir su primer año, mi beba sigue disfrutando de su LM, y yo con ella.
Cualquier madre lactante sabrá lo que se sufre en los primeros días: cuando no
estas segura si lo llenas, cuando sientes que no haces otra cosa más que
amamantarlo, cuando surgen los picos de crecimiento y el ritmo que ya habías
conseguido se altera y de nuevo vuelve a llorar por hambre o cuando se te
antojan cosas que no podrás comer porque le caen mal. Lo difícil que es ignorar
malos consejos, aunque bien intencionados, de familiares y gente que quieres,
cuando tienes que medir tu tiempo para salir sola o dejar reservas que preparas
con días de antelación, la pena de lactar o extraerte leche en público, la
incertidumbre de volver al trabajo, lo difícil de completar las extracciones
para los bibis de las tomas en la guardería, etc. etc. Cada caso es diferente,
pero la perseverancia y el esfuerzo valen la pena al mil por ciento. El mismo
pediatra ha reconocido que mi nena está bien tanto física como neurológicamente
y el vínculo entre nosotras y la seguridad que le he brindado es inigualable;
es una bebé delgada con buenos músculos y energía. La única vez que se enfermó
del estómago y no pudo comer sólidos, la LM la mantuvo bien.
Agradezco todo el
apoyo que recibimos y espero que estas líneas lleguen a servirle a alguien más.
Y por supuesto que ahora gozaré de los beneficios de la LM por tiempo
indefinido, si ya pasé por todos los sacrificios, ahora que las cosas son mucho
más sencillas, continuaré dándole su lechita como mi beba se merece.
Alma
y Julieta
Nuestra
historia comienza cuando, estando Julieta aún en mi vientre, un reposo forzado
me hizo leer y aprender acerca de lo que vendría y cómo prepararme para su
llegada. Yo no sabía prácticamente nada de lactancia, no tengo recuerdos de
haber visto a nadie amamantar.
Sabía que mi mamá no había
podido darme pecho más de 9 días debido a que mi papá sufrió un accidente y le
dijeron que su leche me haría daño, así que dejó de amamantarme y por lo tanto se
le secó la leche. También sabía que mi abuelita no amamantó a mi mamá, pues el
médico le dijo, sin mayor explicación, que su leche era mala. A pesar de ello,
yo tenía el firme propósito de amamantar a mi bebé cuando naciera, algo me
decía que eso era lo correcto.
En una de las
citas con el ginecólogo, hablando acerca del nacimiento, nos dijo a mi esposo y
a mí que lo recomendable era que, al nacer, la bebé fuera a cuneros, por lo
menos cuatro horas, y que debería tomar fórmula ya que la leche materna baja
después de varios días y, además, como mis pechos son pequeños, seguramente
tendría que continuar con fórmula. Al no estar de acuerdo, comenzamos a buscar
otras opciones de médico y a instruirnos en cursos psicoprofilácticos. Sin
embargo, por mi inseguridad, acudimos con una asesora en lactancia, sólo para
comprobar que mis pechos pequeños ya estaban preparados produciendo calostro
para la llegada de mi bebé.
A las 10:51pm
del 20 de diciembre de 2013, escuché el sonido más hermoso jamás oído: la voz
de Julieta que nacía bajo su propio esfuerzo a través de una hermosa cesárea
humanizada; yo la escuchaba atenta mientras observaba los ojos maravillados de
Javier, mi esposo. Me la mostraron un instante, la miré, pero entre la luz del
quirófano y la emoción, sólo tengo un breve recuerdo color sepia de ese
momento, pero su voz, su voz, la recuerdo vivamente. Después de que su cordón
dejó de latir la pasaron a mi lado, estaba tan cerca que no podía mirarla, pero
la sentía, sentía el calor de su mejilla junto al mío.
Sentí que
comenzó a besarme la mejilla, esa
concepción romántica me llenó de emoción, aunque lo que en realidad ocurría es
que la pequeña Julieta estaba comenzando su búsqueda para amamantar. Diana, la
doula que me acompañaba, al instante supo leer estas señales y me descubrió el
pecho, poniendo a Julieta sobre mi cuello y pecho para que buscara. Cual
pequeño pollito, picoteaba por todos lados hasta que, por fin, después de mucho
esfuerzo, llegó a mi seno y sin más, se prendió. Ese momento hermoso de
contacto, de saber que se alimentaba de nuevo de mí, que seguíamos conectadas,
me hizo darme cuenta con certeza de que me había convertido en madre.
Cuando soltó mi
pecho, Javier y el pediatra la llevaron a una revisión rápida, en lo que a mi
me terminaban de preparar para llevar a la habitación. Cuando Julieta regresó a
mi pecho ya no había instrumental, telas, ni nada más que nos separara y volvió
a tomar el pecho, a comer felizmente, mientras yo tocaba su cuerpecito tan
pequeño y tan sorprendentemente fuerte.
Tuvimos
habitación conjunta y, aunque yo terminé durmiendo de cansancio después de tres
días de labor de parto, Javier se quedó observándola fijamente toda la noche;
cuando ella buscaba comer, me despertaba y ella comía. Él me ayudó mucho durante
la primera semana, la cual no pasé muy bien después de la cesárea; le cambiaba
el pañal, la arrullaba y me ayudaba a acomodarla al pecho. La leche blanca vino
tres días después de su nacimiento, lo descubrí cuando ella estaba succionando
y vi que sus labios se llenaban de ese maravilloso líquido blanco y lo
corroboré cuando, al darme un baño, -la extrañaba tanto que creí oírla llorar-
la leche comenzó a brotar a borbotones, mientras yo me apresuraba a salir del
baño sólo para darme cuenta que ella seguía plácidamente dormida.
Pero a los días
de acoplarnos, dejó de ser tan sencillo. Comencé a sentir dolor en mi pezón
izquierdo y, ahora que lo pienso a la distancia, creo que la razón fue que no
le permitía prenderse de forma natural, ya que yo quería colocarla de
determinada forma al pecho. Llegué a agrietarme un poco y los calambres, al
principio de la tetada, eran tales que me temblaban las piernas cuando se
prendía. Establecí un círculo: tenía temor de darle del lado izquierdo y,
cuando llegaba el momento, sin querer, me sacaba un poco anteponiéndome al
dolor, lo cual hacía que ella se prendiera sólo de la punta del pezón y el
dolor empeoraba. Javier comenzó a ayudarme a prenderla y, en un momento, se le
ocurrió que si se prendía tan bien del lado derecho, seguramente si la
colocábamos igual al izquierdo se prendería bien; empecé a ponerla en posición
de balón de futbol americano, se corrigió el agarre y eso hizo que el pezón
sanara. Quince días después estábamos nuevamente sincronizadas. En esos días
fuimos al pediatra y nos dijo que ella estaba creciendo y subiendo de peso de
una forma excelente, había recuperado su peso de nacimiento y aumentado
doscientos gramos más, eso nos dejó muy contentos.
Justo al día
siguiente, cuando creíamos que ya todo marcharía de maravilla, ella comenzó a
comportarse diferente: apenas la acostábamos después de comer, comenzaba a
llorar y pedir nuevamente. Dejé de sentir los pechos llenos de leche, los
sentía flácidos y vacíos pero, aun así, yo continuaba prendiéndola prácticamente
todo el día y toda la noche. El día siguiente fue igual. Preocupados y
cansados, decidimos llamar al pediatra para comentarle sobre el comportamiento
de Julieta. Nos habló de los brotes de
crecimiento y de cómo los bebés en ciertos periodos necesitan más de mamá, nos
dijo que se trataba de una etapa y que no nos preocupáramos ya que, mientras
siguiera mojando y ensuciando igual sus pañales, bastaba con darle lo que
pedía, pecho y brazos.
Aun sabiendo
que todo era normal, no fue fácil ya que, además del cansancio, los comentarios
de todos los “bien intencionados” complicaban más la situación con esas
críticas disfrazadas de consejos. Frases como: seguro no la llenas, tiene cólico,
reflujo, o está rozada, se hicieron muy comunes. Sin embargo no
desistimos. Mi esposo y yo sabíamos que
la etapa pasaría, que ella estaba creciendo, que mi cuerpo era completamente
capaz de alimentarla y, aunque los comentarios hieren, supimos dejarlos de lado
y continuar.
Aprendí a
conocerla y a descubrir instintivamente cómo resolver conflictos, acompañada
también por la asesora en lactancia. Descubrí que cuando ella se prendía al
pecho y renegaba, al principio de la tetada, era porque mi leche salía con
mucha fuerza y que, recostándome y poniéndola encima de mi pecho, hacía que
ella comiera tranquila ya que la leche salía contra la gravedad. Me di cuenta
que sus pujidos de Chewbacca no eran
cólicos y que se resolvían abrazándola o poniendo mi mano en su pancita
mientras dormía junto a mi, que cuando comenzó a regresar leche después de la
toma, bastaba con ponerla un ratito, de manera vertical, para resolver los
baños de leche. Se trataba pues, de aprender a interpretar las señales que ella
nos daba. Además, compartir las tetadas madrugadoras con otras amigas, que
igual estaban despiertas y a quienes podía preguntar y compartir, me ayudó a no
sentirme tan fuera de este mundo.
Hubo días en
los que todo fluyó de maravilla y días locos de gritos de auxilio (para lo cuál
también ayudaron los grupos “feisbuqueros”,
en donde una podía desahogarse y, las amigas que ya habían pasado por la misma
situación, te daban grandes consejos y te echaban porras para no caer en la
locura). Recuerdo un día en que Julieta no quería dejar el pecho y Javier salió
corriendo a comprar un chupón para ver si así podíamos dormir un ratito. La
respuesta de la pequeña fue escupirlo con singular alegría como diciendo, mamá, ubícate, yo lo que quiero son
brazos.
Llegar a los
tres meses fue como el momento mágico en el que todo lo anterior cosechó sus
frutos: cesaron los vómitos, sus tripitas dejaron de hacer ruido, se espaciaron
sus tomas, -un poco- y así es como teníamos a una bebé hermosa, enorme y
completamente sana.
A nuestros casi
9 meses de feliz lactancia, ahora la única complicación es que la pequeña
curiosa prefiere jugar y ver el mundo en vez de comer, así que las tetadas en
público son algo complicadas y, a veces, preferimos esperar a la comodidad de
casita, donde papá tiene que guardar un poco de silencio para dejar a la
señorita comer por unos minutos y, luego, seguir jugando.
Amamantar
Julieta, la ha convertido en una niña sana, me dio una enorme alegría, me hizo
revalorar mi cuerpo, empoderarme como mujer y, además, trajo la oportunidad de
compartir esta experiencia con mi mamá y mi abuelita, a quienes los mitos
privaron la posibilidad de hacerlo. Si hubieran contado con el apoyo de una
asesora en lactancia y de otras madres que las hicieran fuertes, ni mi mamá
habría tenido que dejar de amamantarme por el susto que sufrió y seguramente mi
abuelita hubiera podido llenarse de argumentos para decirle a su médico que su
leche no sólo era buena, sino el mejor alimento para sus hijas. Esto me hizo
querer involucrarme, buscar aprender y así poder apoyar a que más mujeres vivan
esta experiencia y que más bebés cuenten con el alimento normal y biológico
para ellos.
Aún no
vislumbro nuestro destete, me veo amamantándola hasta que ella decida que es
momento de dejar el pecho, me veo durmiendo a su lado hasta que ella me pida su
propio espacio, acompañándola en su crecimiento y a ella acompañándome en mi
nueva vida profesional, cuando este momento llegue. Me veo a mi misma
disfrutando de esta etapa, apropiándome de la nueva mujer que soy y aceptando
todos los cambios que la maternidad ha hecho en mi vida. Me veo exitosa y
feliz, disfrutando plenamente el momento en el que estoy ahora, acompañada de
una pequeña que me enseña cada día y, en un futuro, espero no muy lejano, me
veo como asesora en lactancia.
Carmen y Mateo
Tipo de parto: Cesárea a
las 38.4 semanas de gestación. Anestesia local.
Desde que nos dimos cuenta
que pronto tendríamos a un bebe en casa, supe que quería amamantarlo.
Hola, tengo 19
año y soy mamá de un bebe de 11 meses. Me casé joven y aunque no teníamos
planeado tener un hijo tan pronto, lo aceptamos muy bien. Mateo llego para
unirnos. Mi embarazo no fue muy fácil ya que me diagnosticaron preeclamsia a
los 7 meses y me indicaron reposo absoluto, así que tenía mucho tiempo para
pensar en el futuro. A los 8 meses aun no tenía muy claro que fuera a darle LM
a mi bebe; en mi baby shower muchas de mis amigas me regalaron biberones y
cosas por el estilo.
Cuando me
dijeron que me harían cesárea, sentí que me estaban quitando un momento
especial, pero por no saber, me callé. El día que nació Mateo, le dieron
fórmula en el hospital, pero el hizo
huelga de hambre, hasta que después de casi 2 días me bajo la leche. No lo sé,
fue algo tan mágico, porque sin pensarlo lo primero que hice fue acercarlo a
mí!
Mi esposo es
una persona muy responsable y amorosa, él fue el principal motor para que
continuara con la LM aún cuando a los 22 días le diagnosticaron reflujo a mi
bebé. Gracias a Dios la pediatra en una persona pro-lactancia y me apoyo para
no quitarle mi pecho.
Es curioso que
mi niño, desde que nació, solo aceptaba el seno izquierdo. En fin, tuve que
regresar a la escuela, pero desde que nació mi bebe nunca hice por formar un
banco de leche -por falta de información, ya que mi mamá no nos pudo dar pecho
ni a mí, ni a mi hermana, y no tenía mas personas con quien convivir-.
Necesitaba dejarle a mi bebe LM para que
no fuera necesario darle formula, por ese motivo fue que decidí relactar. Sin
ayuda de un profesional en lactancia, más que información de internet, he
conseguido que mi bebe tome el seno derecho.
A
los 6 meses empezamos con la ablactación. Hasta la fecha es algo muy complicado
ya que mi bebe no quiere comer muy bien, esta algo bajo de peso, pero me dice
su pediatra que está bien de salud y que mientras no le quite el seno no
pasa nada.
Ya he pensado
en el destete, pero cuando me imagino los momentos que dejaré ir, la intimidad
entre él y yo, aún no me decido. Lo que sí se, es que ya que vea que él puede
comer mejor de todo, tomaré en cuenta el destete.
Para concluir.
A veces cuando salgo a lugares públicos, la gente se me queda viendo y me dice.
¿Cuántos años tienes? ¿Aún le das pecho? ¿No sabes que ya no le sirve? El
personal del Seguro: le tendremos que quitar el pecho porque está bajo de peso
y hay que darle formula. En lo personal… es algo que yo decido y mientras no me
demuestren con algún fundamento clínico que mi leche le está haciendo daño, no
le quitaré el hermoso regalo que puedo
darle.
Judith
y Samuel
No me pregunten por qué, pero desde mi adolescencia sabía que algún día
tendría un hijo varón y se llamaría Samuel.
En una etapa de mi
vida, me vi envuelta en una intensa carga laboral, pero tuve un accidente
automovilístico, con la enorme bendición de que no me dejó ninguna secuela
física, pero sí un enorme aprendizaje que me permitió dejar uno de mis trabajos
y acomodar mi horario en el otro. Y ya tranquila y organizada, recibimos el
regalo más maravilloso: un embarazo que transcurrió en medio de herramientas
nuevas de crecimiento espiritual. A las 15 semanas, en mi sueño supe que era un
varón y a las 16 lo confirmé por ultrasonido. Aquí estaba ya Samuel conmigo, yo
soy la afortunada de ser su mamá.
Como trabajadora de la salud, tenía altas expectativas de mí misma, más
aun con el anhelo que lo esperaba. Las circunstancias nos obligaron a tener una
cesárea, que ahora agradezco… ya conocerán el motivo. El amor que sentí de
inmediato es indescriptible, mi cuerpo era demasiado pequeño, no cabía, se
desbordaba y se sigue desbordando, ni siquiera sabía que era capaz de amar de
esta manera.
Mientras estuvimos mi Samuel y yo tranquilos en casa, la lactancia
transcurrió de forma natural. El problema fue volver a trabajar jornadas de 12
horas, dos días seguidos a la semana. Acudí a asesoría de lactancia y me
dijeron que incrementar la producción era fácil, yo tuve que hacer un enorme
esfuerzo, que por supuesto era amorosamente, pero como no fue
"fácil", me generó muchos momentos de frustración. Aun así logramos
prolongar la lactancia por unos meses más, convencida de que fue lo mejor para
Samuel, para mí y para nuestro vínculo.
A los cinco meses de vida, mi pequeño requirió una cirugía muy delicada.
Para toda madre es un proceso complicado, imagínense para mí que conocía todas
las posibles complicaciones. Intenté olvidarme de todo, ser solo mamá y dejarlo
en manos de Dios que puso personas maravillosas en nuestro camino y todo salió
lo mejor posible. Gracias a este episodio, unas semanas más tarde nos daríamos
cuenta de un trastorno congénito de la coagulación, afortunadamente en su
modalidad leve (por eso digo que agradezco la cesárea) ya que fue menos riesgo
de sangrado para él.
La siguiente cuestión ahora era ¿cómo le voy a hacer para criarlo?
Cuidarlo sin sobreprotegerlo. Nuevamente Dios puso en nuestro camino otras
personas maravillosas que me enseñaron crianza con apego, el abrazo amoroso, la
contención. Lo cual me llevó a entrar en un proceso no fácil de sanación de mi
vínculo con mi madre, de autoconocimiento y crecimiento espiritual, que me
ayudan cada día a fluir mejor mi instinto materno, lo que me permite más
seguridad y menos miedos.
Este día Samuel tiene un año nueve meses, tiene un desarrollo psicomotor
normal, está sano, es muy risueño y amoroso, sabe que cuando está contento,
cuando está triste o cuando está enojado, siempre tiene el abrazo de su
mamá.
Resumo las
enseñanzas a continuación:
1. Samuel es mi
más grande maestro de la lección primaria en la vida: amor incondicional.
2. Soy la mujer
más afortunada del mundo, por Samuel entré en un proceso personal que me ha
hecho sanar mis heridas del pasado y sentirme mejor conmigo.
3. Dios pone a
las personas correctas en el momento correcto. En cada situación todos podemos
ser ángeles.
4. El peor
enemigo para dejar fluir el instinto materno es el miedo.
5. Las heridas
son inevitables, pero siempre hay formas de sanarlas. Tendremos a nuestro
alcance herramientas para hacerlo.
Loren e Ivancita
Hola!!!
Pues bien, les platico mi experiencia de lactancia y, claro, la experiencia más
maravillosa que he tenido en la Vida …el nacimiento de mi Ivancita!!!
Mi fecha
posible de parto estaba para el 5 de mayo y siempre me dijeron que era muy poco
probable que fuera exacto el día, que de ley se atrasaría o se adelantaría. En
el transcurso de mi embarazo, siempre tuve la idea firme de que quería parto
y amamantar, quería lo natural porque
siempre estuve convencida de que era lo mejor. Me prepare mucho para el parto;
investigue sobre las respiraciones, que si las contracciones, que la dilatación,
leía consejos, etc. Pero nunca investigue ni me prepare para después del
nacimiento y para iniciar la lactancia.
Se llegó
el 5 de mayo y ese día exacto rompí fuente. Me fui al hospital y tuve
contracciones pero después de 3 horas había dilatado solo 1cm por lo que la
recomendación de mi ginecóloga fue hacerme cesárea. Me costó trabajo aceptar,
pero antes que nada estaba no arriesgar a mi bebita. Nació a las 12pm del día y
el protocolo del hospital era llevarse al recién nacido a la incubadora por
algunas horas, así que solo pude verla por unos minutos y darle unas pocas
palabras de consuelo; estaba a grito abierto ya que se alargó la espera y me llevaron a mi bebe casi a las
7:00pm. Claro que en ese lapso ya le habían dado biberón y cuando me la
llevaron le tocaba darle nuevamente.
Mi
esposo, siempre apoyándome y muy convencido también de la lactancia materna,
luego luego me la paso para intentar darle mi pecho…yo todavía con la anestesia
y sin poder casi moverme me destape y me la pegué. Cuál fue mi
sorpresa!!! Que mi chiquita se me pego inmediatamente y empezó a succionar, aun
después de ya haber tomado bibi -En ese momento yo no tenía tanta noción de la
importancia de que no probara el biberón , del contacto piel a piel y
todo lo que se recomienda para iniciar-. Estuvo un ratito pegada y aun
dormidita seguía succionando J… Sentir pasar ese día.
Después
de mi cesárea, yo me sentía triste por no haber logrado un parto natural, pero
fue una súper gratificación cuando me la despegue y toqué mi pezón: ahí estaba
esa gotita amarilla. Para mí fue súper importante porque fue la señal de que si
la estaba alimentando. Una de las cosas que me llama la atención y me confirma
que muchos especialistas están muy poco informados, es que al siguiente
día que fue el Pediatra a revisar a mi bebé, lo primero que me recomendó fue la
leche complementaria para llenarla. Me dijo que le diera pecho y después una o dos onzas
para alimentarla, en caso de que se quedara con hambre. Yo, con un
desconocimiento enorme, después de darle mi bubi le ofrecía el biberón a mi
bebita, pero gracias a Diosito -y la parte fundamental de que pude amamantar-
fue que a mi bebe nunca le gusto el biberón y siempre lo rechazó.
Cuando
llegamos a la casa y ya sin ayuda de enfermeras ni nada, para mí fue muy
difícil porque implicaba los cuidados de mi bebita, de mi cesárea, la
angustia de estarlo haciendo bien y todavía agregarle que amamantar me estaba
doliendo.
Algo muy
significativo para mí, a los 5 días de estar dando pecho, fue que mi hermana y
mis tías me dijeron, en una visita, que
me tenía que doler hasta que se me acostumbrara y yo ya tenía hasta
costritas en los pezones, me dolían horrible y cada que tenía que comer mi bebe
era un martirio porque además leía que hasta me podían sangrar y a mí me daba
mucho miedo. Recuerdo lo que una vez me
dijo mi hermana: muerde un trapo
para que aguantes mientras se curte el pezón!!! Dentro de mi yo decía, ¿por
qué nadie te dice que duele tanto y que es un gran sacrificio amamantar a tu bebé? Leyendo en internet e insistiendo en buscar
alguna ayuda, encontré que amamantar no debe doler y no es normal si duele, que
verificara la posición y el gran consejo
de tener un buen agarre. Pues se solucionó mi “primer” problema y el
dolor desapareció. Aún recuerdo lo feliz que me puse por haber descubierto eso
jejeje ya que en esos primeros días además era un ritual cuando daba pecho:
tenía una enorme dona enorme, una silla especial, una mantita y era todo
un protocolo acomodármela jajaja.
Para
resumir, el primer mes hubo ocasiones en que yo quería tirar la toalla y varias
veces estuve tentada en darle formula porque mi bebita lloraba y, claro, lo
primero que piensas es que no la llenas porque no tienes suficiente leche. Pero ahí estuvo mi esposo súper pro lactancia y
no me dejó, me animaba y casi casi me escondía el bote de leche. Al mes y días,
de plano lloraba porque me desesperaba y llame a la Liga de la Leche,-LLL-
elegí un número al azar y fue el de Cathy Urroz quien por teléfono me atendió,
me consoló y me aconsejó. Recuerdo que ella iba de salida y sin embargo se
quedó un rato platicando conmigo, eso fue algo muy motivante para mí porque me
sentí completamente apoyada. En cuanto pude, fui a mi primer plática de la LLL
y fue con Alicia Leo y Lulú Ortiz, unos angelitos que me acomodaron y me
dijeron cuál era la posición correcta. Aún recuerdo que salí de ahí y me sentí
toda una experta jeje, porque con la nueva posición ni la dona ocupé. Ese día
le di en la sala y mi esposo y yo felices porque ya no tuve que irme a mi
”lugar” ni preparar todo el ritual para dar de comer…fue tan natural
acomodármela y darle que sentí un gran avance en mi lactancia.
Ahorita,
a 4 meses de LME, todavía hay días que tengo dudas, miedos de pensar que se me
acabe la leche, hay todavía angustias porque vomita su lechita y pensar que es
por lo que como, regresar a trabajar a los 3 meses de mi bebé y la expectativa
de poder continuar con LME, que si el sacaleches , que si no quiere comer con
bibi, si me hace huelga de hambre…pero la verdad, el orgullo y la alegría de
poner todo de mi parte, de insistir tanto y, sobretodo, de estar convencida que
es el mejor regalo para mi hija, no tiene precio. Realmente me siento súper
orgullosa de mi!!! Por la actitud, la insistencia y las ganas de querer
amamantar a mi Ivancita con mi lechita.
Gracias a
la LLL (la liga de la leche) y a este grupo por darme sus consejos y
acompañarme en esta etapa tan bonita!!!
Lulú y Dante
Tipo de parto: Cesárea de emergencia
Edad gestacional: 34semanas + 5 dias
Uso de medicamentos y o anestesia: Antibiótico(con reacción alérgica)
y epidural
Nuestra historia de lactancia comenzó a distancia y desfasada. A
distancia porque Dante nació prematuro y estuvo 3 semanas en UCIN (Unidad de
Cuidados Intensivos Neonatales) y desfasada porque tuvo ayuno durante 9 días:
le pasaban nutrición parenteral total (nutrientes por vena). Mientras tanto, yo
extraía mi leche con una bomba y la almacenaba cuidadosamente esperando el día
en que por fin pudiera recibirla.
Fue un shock muy fuerte. Dicen que los papas de bebes prematuros
también somos papas prematuros, y es verdad, aun mas cuando todo marcha
perfecto y de repente, una noche, debes
salir corriendo al hospital porque la vida de tu bebé está en juego.
Teníamos aún muy pocas cosas para
nuestro bebé, solo su bañera y un
poco de ropita que su papá le había traído de Estados Unidos (lo bueno que
compró solo de recién nacido), otra más que recibimos en un par de baby showers
y también teníamos un sacaleches doble eléctrico, marca First Years.
Fue muy raro lo que sucedió: me quede sin una gota de líquido
amniótico, pero no tuve fugas ni rompí fuente; fue simplemente como si hubiera
desaparecido y nunca me percaté. De lo
que sí me di cuenta, fue de que mi bebé
dejó de moverse en los horarios y con la intensidad acostumbrada, gracias a las
indicaciones que nos dieron en nuestro curso psicoprofiláctico en Danatal me
percaté que eso no era normal. Esa
noche, mi esposo y yo fuimos con el ginecólogo sin tener idea de cuantas horas
llevaba el bebé en esas condiciones.
Había sido un embarazo perfecto, sin nada más allá de una gripa y una
infección de vías urinarias, muy al inicio, de lo cual me estuve revisando con
frecuencia. Todavía 2 días antes de la cesárea, totalmente imprevista, me
acababa de hacer un análisis general de orina que había salido normal, por lo
que nos cayó como un balde de agua helada ver en el ecosonograma a mi niño sin
gota de líquido. En esas condiciones, ni
siquiera había tiempo para inducir el parto ni administrar medicamento para que
maduraran sus pulmonares. Recuerdo que mi ginecólogo dijo algo como que lo
bueno era que tenía muy buen peso, según su estimado, y que a un día de cumplir
las 35 semanas de gestación, de seguro todo estaría bien, pero con ciertas
reservas. Apenas un mes antes, el hermoso bebé de una de mis mejores amigas
había fallecido en circunstancias similares, justo un día antes de su parto, así que para nada me detuve en pensar y decir
sí a la cesárea!
Yo me había preparado mucho para el nacimiento de mi bebe; mi esposo y
yo queríamos un parto vaginal, contemplando incluso la posibilidad de una
cesárea necesaria por motivos reales; no estaba aferrada solo al parto. Sin embargo, lo que jamás tuve en mente,
-mucho menos me preparé- fue dar a luz a un bebe prematuro. Siempre dije, sea
como fuera, a lo que no estaba dispuesta a ceder era al alojamiento conjunto, ponerlo en mi pecho al nacer...así que no, no
había leído nada, absolutamente nada, de prematuros. Recuerdo que,
curiosamente, un par de semanas antes del alumbramiento, le había dicho a mi
esposo, *oye, no hemos leído nada de
prematuros y que tal si Dante es prematuro…?
Cuando nació Dante, en estas circunstancias nunca previstas, durante muchos meses padecí insomnio,
llorando de tristeza al recordar el impulso tan enorme que tenía de verlo nacer
y tenerlo en mis brazos, olerlo, besarlo, conocernos, mirarlo a los ojos y
ponerlo sobre mi pecho. Fue tan distinta
la realidad! Todo fue rápido, sin calma,
con mucho miedo...cuando nació escuché su llanto y me volvió el alma al
cuerpo, dije “Lloro solito!!” pero no pude pedir que me lo dejaran, me ahogaba
un miedo terrible de pensar si estaría bien. Sin embargo, la neonatóloga me lo
llevo a que lo besara pero como estaba demasiado cerca no pude verlo. Luego, en
lo que yo sentí que fue mucho rato, pero que en el video se ve en un momentito,
me dijo: “Lulú, Dante no puede respirar
bien, ya no lo puedo dejar aquí contigo, me lo tengo que llevar porque lo tengo
que ayudar, su papá puede venir con él”. Asi que les dije “vayanse, vayanse!”, y me quede ahí a para que me suturaran y
me pasaron a mi cuarto.
Durante mucho tiempo, me angustiaba pensando por qué no le pedí a mi
neonatologa que lo pusiera sobre mi pecho, aunque sea mientras lo
limpiaba. Pero algo que me reconcilió
mucho con la situación fue que, al confiarle esto a mi esposo, me dijo que él se
lo pidió antes de entrar a quirófano y la Doctora le dijo, “vamos viendo como esta todo y decidimos”
y que cuando lo vio llorar se lo volvió a pedir, pero entonces ella le explico “mira, ves como jala sus costillas y como
aletea su nariz? no va a poder”. De esta manera que me sentí tranquila al
saber que no fue por no expresar mis deseos,
sino por la gravedad del asunto.
Dante nació a las 00:03 hr del 30 de agosto, con 2.490kg y 49cm, mucho
lanugo y dificultad respiratoria.
Yo había estudiado un curso como educadora en lactancia, así que
aunque no sabía nada de prematuros, si
sabía algo muy importante: que mi leche era vital para su recuperación y,
también sabía, gracias a un curso previo que tome con Cathy Urroz, Líder de la
liga de la leche, que había que estimular los pechos, de preferencia cuando
mucho 6 horas después del parto, para que el cerebro recibiera el importante
mensaje de: “Si hay bebe y necesitamos
leche” Así que, como me sentía y todavía temblorosa de la anestesia, comencé a
estimular mis pechos lo mejor que me acordaba de la extracción manual http://newborns.stanford.edu/Breastfeeding/HandExpression.html Ya sabía yo que no iba a salir nada o muy poco, pero que lo importante era importante
estimular.
Como fue emergencia, no llevamos maleta ni nada, bueno, ni siquiera un
cambio de chones, así que a la mañana siguiente mi marido se fue corriendo por
mi extractor y llamamos a una clínica de lactancia para que fueran al
hospital. En el hospital, claro que
nadie, absolutamente nadie, me habló de
la importancia de mi leche, ni como extraer, ni que extractor usar, ni
cada cuando ni que esperar… nada. Luego me di cuenta que entre el montón de
papeles que le entregaron a mi esposo, había un tríptico todo borroso que
parecía copia de la copia de una copia, donde decía que la leche materna era lo
mejor y unos dibujos mal hechos de algunas posturas sugeridas.
Por fin a las 11 am del día siguiente, 11 horas después del
nacimiento, bajé a la visita de mi bebé y por fin pude conocerlo un poco: ahí,
todo chiquito lleno de tubos y cables. Cabe mencionar que fue un caos porque
solo nos dijeron que a las 11am era la visita, pero no nos dijeron que yo no
podía pasar con suero ni nada conectado, así que, ya estando ahí me regresaron,
tuvimos que pedir que alguna enfermera me pusiera un tapón en los
catéteres, pero no iban y no iban
y, bueno, así perdimos más de 30 min de
la hora que teníamos para visitarlo y,
para colmo, no podíamos entrar juntos mi esposo y yo.
Con tantos tubos y cables, realmente no se podía apreciar su carita,
pero sí pude observar detenidamente sus pies, sus orejitas y sus manitas, pude
acariciarlo y cantarle, aunque realmente mi cerebro no asociaba que ese
bebecito fuera el mismo que yo tenía en la panza. Casi un año después, la
neonatóloga me recomendó un libro que se llama El abrazo que lleva al amor de Laura Rincón Gallardo, pues estas heridas de la separación hay que
sanarlas. Ahí supe que cuando uno ve nacer a su bebé y lo puede cargar de
inmediato o lo más pronto posible, ocurre, digamos, como un enamoramiento a
primera vista que se llama impronta y que, en el tipo de casos donde no sucede
así, se pierde o dificulta el vínculo, -ese libro ella me lo recomendó pensando
en mi bebé, pero creo que me sirvió mucho más a mí-. Pude entender muchas cosas, como por qué no
lo reconocía como el que estaba en mi panza o por qué tarde tantos meses en
sentir amor, lo que se dice amor, por él. Al principio me motivaba no sé qué
fuerza ciega en aferrarme a la lactancia y en cuidarlo, pero era más como una
responsabilidad que un gusto; recuerdo incluso que en alguna ocasión mi esposo
me dijo que él era muy feliz y yo le dije, pues yo, no. Creo que más o menos
tardamos en establecer el vínculo de 3 a
5 meses, y también el libro me dio luces acerca de cómo -sin saber todo lo
hice- la lactancia, colecho, el rebozo,
piel con piel, ayudó a sanar esto.
Volviendo a la UCIN, las complicaciones que tuvo mi niño y que superó
todas, una a una: neumonía, insuficiencia renal, conducto arterioso persistente
y dificultad respiratoria.
Mientras tanto, yo ya tenía un horario de extracciones cada 3 horas:
30 minutos de cada pecho; ponía alarmas en el Cel y sacaba a las 6am, 9am, 12am,
3pm, 6pm, 9pm, 12pm. Como al segundo
día, mis pezones estaban totalmente agrietados, el dolor al extraer era
insoportable y la piel se me caía a pedazos, así que de nuevo fui a la clínica
de lactancia y el problema resultó ser que la copa del extractor era muy
grande, yo creo que fácil copa D o más grande, por lo que al extraer me jalaba
la piel desde atrás del pezón. Entonces decidimos comprar otro extractor, un
Medela eléctrico sencillo, modelo Swing
y esto hizo una enorme diferencia, ya que las copas vienen por tallas y
pude elegir la mía. Por presupuesto no pudimos comprar la bomba doble y ahora
tardaba 1hr en cada extracción porque sacaba 30min de un lado y luego 30min del
otro, pero el dolor sí desapareció por completo, mis pezones sanaron y hasta se
elevó la producción ya que el dolor inhibía el reflejo de bajada de la leche.
Recuerdo que dormía de 1am a 6am y no me fijaba nunca en la cantidad
(bueno, obvio si, porque había que anotarla) pero no me preocupaba si salían
10ml, 1oz o 4oz. Hubo extracciones en
que incluso no salía nada, era cuando me daban malas noticias. Mi esposo se
encargaba de lavar y esterilizar el sacaleches y comíamos en la calle,
acomodamos el horario de extracciones para alcanzar a llegar a las visitas del
hospital que eran a las 11am y a las 5pm porque bueno, otra tachita para el
hospital, no contaban con sala de lactancia. Ya cuando hice canguro me lleve el
extractor y me sacaba leche donde hubiera un enchufe, a mí me valía, aunque me
vieran feo; ya luego un doctor de guardia consiguió que me prestaran un
vestidor y una extensión para conectar mi sacaleches.
Por fin se llegó el día en que extubaron a mi bebé y no necesitó
cirugía por lo del conducto arterioso persistente, ya que gracias a Dios con el
medicamento fue suficiente y pudo recibir mi leche por sonda, dos noticias que
me alegraron tanto que ese día saque 4oz en una sola extracción, lo que nunca!
Sin embargo, se distendió mucho y le
retiraron mi leche otra vez. La neonatóloga le dio entonces un probiótico, le
volvieron a pasar mi leche, pero se volvió a distender, a la par que comenzó a
hacer popó muy verde espumosa, brillante y ácida y se empezó a rozar. La
doctora de guardia me dijo que le iban a tener que dar fórmula, yo casi me
moría! Salí hecha un mar de lágrimas de esa visita (esa extracción no saque
nada) pero cuando le dije a mi esposo se super enojó y llamó de inmediato a la
neonatóloga quien dijo que “claro que no era el plan retirarle la leche
materna, tiene muchos beneficios!” esas fueron sus palabras. Le mandó sacar
un copro y salieron cifras altísimas de azúcares reductores en heces; todos los bebés de pecho dan positivo a este
estudio, pero los niveles así de altos indicaban que algo estaba dañando la
mucosa intestinal y el sospechoso número
uno es la proteína de leche de vaca, dieta sin lácteos para mí. Toda, toda la
leche que había extraído antes de ese día….no la podíamos utilizar. La verdad
es que me dio muchísima tristeza porque era básicamente empezar de cero y yo
que tenía el congelador lleno, no recuerdo cuantas onzas, pero eran al menos
unas 50 bolsitas de leche y ahora temía que no fuera a alcanzar a abastecer a
mi bebé. Sin embargo, desde que esto
sucedió, hablé con Cathy Urroz. También
ella me confirmó lo de los lácteos y me dijo que podía desechar el primer
chorrito que saliera de la extracción, que es el que más lactosa tiene, y desde
un día antes de hablar con la neonatologa, en mi dieta ya había dejado los
lácteos. Esperamos otro día para empezar y fueron unos cuantos mililitros y como
realmente no abusaba de los lácteos, parece que rápidamente se limpió mi
organismo de esta proteína y al siguiente intento mi bebé no tuvo ningún
problema con mi leche… la felicidad fue máxima!
Por fin llegó el día del alta y entre el papeleo de los Seguros
estuvimos desde las 10am hasta las 6pm esperando que nos entregaran a nuestro
hermoso bebé. En cuanto pusimos un pie fuera de la UCIN le tome muchas, muchas
fotos, ya que ahí adentro no lo permitían; eso es algo que todavía me da mucho
coraje, creo que lo que más me molesta es que cuando preguntamos por qué no,
una enfermera nos contestó la estupidez de que los celulares mandaban rayos que
interferían con los aparatos. Pero claro, ellas ahí en la estación de
enfermeras bien que estaban con su celular. Me molesta todavía que nos hayan
querido ver la cara de tontos, y más porque llegando a Estados Unidos las cosas
en UCIN son tan distintas: pueden entrar ambos padres, estar las 24hr con su bb
y puedes no solo tomar fotos sino también videos. Solo hay que sanitizar el
equipo. Al escribir esto, me enoja tanto todavía que no nos hayan permitido
guardar una sola imagen de su lucha y de esos momentos. Lo peor también fue
cuando una enfermera me dijo que “para
que, si eran fotos muy feas, que quien iba a querer recordar así a su bebe”;
debí decirle que eso le compete
únicamente a los padres decidirlo.
Salimos directo a la clínica de lactancia y ahí me ayudaron a
colocarlo al pecho, se prendió bien y comió poquito. Sin embargo nos
recomendaron que, al final de cada toma, lo suplementara con 1oz de leche
extraída. El bebé no siempre se prendía al pecho, batallábamos mucho y aparte
la extracción y la jeringa. Cuando mi suegra fue de visita, me enseñó a darle
acostada lo cual fue un alivio, pero nos dijo que no le diéramos con la jeringa
porque esto lo haría flojo y que mejor lo dejáramos pedir solito, que si el
tenía hambre, iba a pedir. Como que esto nos sonó muy lógico y con aquello de
la libre demanda, pues así le hicimos
pero después de un par de días dejó de mojar la misma cantidad de
pañales que acostumbraba y yo lo noté flaco, además dormía y dormía y no había
manera de que pidiera de comer; podía
pasar 20 hrs dormido y si no lo despertaba no comía. Llamé a su pediatra y fuimos a la clínica de
lactancia; ahí nos confirmaron que había perdido 300gramos en un solo día! y
estaba deshidratado, además de que tenía todavía una succión muy débil. La
asesora nos explicó que un bebé prematuro duerme mucho y además necesita tomar
fuerza para poder comer de manera efectiva, así que salimos con la misma
recomendación de suplementarlo con jeringa
y además despertarlo cada 3 hr para comer; fueron los días más cansados hasta ahorita;
él podía dormir como una piedra y tardábamos hasta 1hr en despertarlo y para
colmo no se prendía bien al pecho, sacaba poca leche y yo estaba ya realmente
desesperada. Por si fuera poco, comenzaron a dolerme los pezones de nuevo,
volvimos a la clínica de lactancia pero yo sentía que ya no me estaban ayudando
ahí, no sé cómo explicarlo, era como si todo lo vieran a un
nivel excesivamente técnico y yo lo que necesitaba era otra cosa. Además que ya
me había gastado un dineral con ellas, cada que íbamos nos terminaban vendiendo
algo y eso ya no me estaba gustando. Aparte quedé molesta también porque en los
últimos días en la UCIN, conseguimos que nos permitieran que entrara una
asesora de lactancia conmigo, yo les avisé con tiempo y, faltando solo un par
de horas para la cita, me cancelaron y no fueron; a mí se me caía la cara de
vergüenza con la doctora de guardia.
Entonces fue que -no sé por qué- me di cuenta que no se me había
ocurrido llamarle antes a Cathy Urroz. Platicamos mucho teléfono y quedo de ir
a mi casa a la hora en que más problema teníamos para prender al bebé. Llegó ese día muy temprano y que diferencia!
Sí había un gran estorbo para prenderse y el estorbo era que yo necesitaba
tener un duelo, platicamos mucho de todas las cosas que se me quedaron
pendientes y que no pude hacer y me quede con las ganas, lloramos, reímos; cada que recuerdo ese día
pienso: esto era lo que necesitaba!! Yo en pijama con mi bebe sobre mi torso
desnudo, ahí dormidito, mi esposo también sentado en la cama escuchando, Cathy
al pie de nuestra cama conteniéndonos, escuchándonos, explicándonos y guiándonos.
Necesitaba llorar todo lo perdido, llorar porque yo quería verlo nacer,
abrazarlo, besarlo, olerlo y todas las circunstancias me lo impidieron; llorar
porque fueron muchas pérdidas para mí como mamá, muchas ilusiones que
simplemente no se pudieron realizar y ninguna madre está preparada ni queda
bien emocionalmente cuando la separan de su bebé y valga decir que menos el
bebé. Pero todo eso se puede sanar, así que nos recomendó hacer algunos
ejercicios como un simulacro de parto, que dibujara mi placenta, me acomodara a
Dante en el rebozo y me pusiera un vestido de maternidad, que nos tomáramos
fotos, que, en fin, hiciéramos todo lo que quedó pendiente porque al hacerlo
como que así sucedió, el cerebro siente que así fue. Aparte me corrigió la postura y me enseñó a
hacer compresión de pecho para que Dante tomara más lechita al comer y me
recomendó que hiciera mucho, mucho contacto piel con piel con mi bebe para
poder organizar nuestras almas otra vez y dejar fluir el instinto de ambos.
El simulacro de parto me ayudó muchísimo. Si tienen curiosidad de
saber cómo fue, aquí les dejo link de mi blog
http://espositivo.blogspot.com/2013/10/simulacro-de-trabajo-de-parto.html
A partir de ese día deje de llorar a diario, podía dormir y ya no me estresaba si Dante se
prendía o no del pecho y así fue que, un
día, pidió solito en la noche. Recuerdo
que lloró a las 4 am y yo me puse tan feliz!!! no lo podía creer!!! Por fin mi bebé
pedía solo su lechita, ya no habría que despertarlo :D Luego pasaban días que
se prendía muy bien en todas las tomas y entonces yo me emocionaba, pero
llegaba la noche y otra vez no podía, luego
un par de días todo bien y otro
más o menos… y así poco a poco hasta que, casi sin darme cuenta, ya no sacaba
leche ni contaba pañales mojados y hasta
tomamos video de la última toma de lechita extra que le dio su papá.
A partir de entonces vinieron días mucho más felices; habían sido 3
largas semanas en la UCIN y luego otras 4, también largas semanas, para que
comiera solo de mi pecho. Después vinieron los días de agobio y cansancio
porque se la pasaba pegado al pecho, pero mi esposo siempre estuvo apoyándonos:
preparaba el desayuno, me daba de comer hasta en la boca y creo que perdió
varios kilos por aquellos días. Por fin podía empezar a disfrutar a mi bebé. En
cuanto al dolorcito de pezones que me estuvo dando, encontré en el libro Un regalo para toda la vida del autor Carlos González, algo que
para mí tuvo todo el sentido: como Dante nació prematuro, tenía su barbilla
todavía muy pequeña, -como retraída- y
esto, junto con su pequeña boquita, hacía que no le cupiera mucho tejido del
pecho dentro de su boca. Dicho libro
decía que estos casos, aproximadamente en cuestión de un mes, se corregían al crecer el bebé porque también
crecía su boquita y así nos pasó; siempre cuidando la postura, nunca me agrietó
ni lastimó.
Poco a poco comencé a enamorarme de mi bebé. No fue ese amor a primera
vista que cuentan muchas mamás que tuvieron la dicha de ver nacer a su
hijo, que las llena y las desborda, creo
que para mí fue mucho más paulatino y, sin embargo, hoy en día siento este amor
inmenso que no he sentido por nadie más en el mundo. Estamos totalmente
sincronizados, a tal grado que mi esposo se ríe porque muchas veces bostezamos,
nos estiramos o nos reímos al mismo tiempo; incluso, cuando Dante anda como de
genio, me pregunta a mí ¿qué te pasa?
Realmente el resto de la lactancia ha sido verdaderamente maravillosa,
pude disfrutar de esa etapa fascinante en la que sales con tu bebé y una
pequeña bolsa con un par de pañales y juguetitos. Trabajé poco tiempo, 2 días a la semana y
por medio tiempo, dando pláticas de vez en cuando en centros de educación
perinatal. Así que volví a hacer un pequeño banco de leche, muy modesto. Sacaba
a la hora que le tocaría comer a mi bebé y un par de días más a la semana, con
eso era suficiente.
Después nos venimos a vivir a Estados Unidos y, aunque ha sido pesado,
(ya que aquí no está la familia ni nadie que nos ayude y no puedo trabajar por
mi tipo de visa) también me ha dado la oportunidad de estar de tiempo completo
con mi bebé y ésto ha reforzado el vínculo entre nosotros. Yo lo veo y estoy
segura que ha superado su estancia en UCIN, es un bebé feliz. A mí todavía me
falta sanar muchas cosas, pues noto que hay videos y cosas que todavía me duele
mucho cuando los veo o me entero, pero ahora con calma puedo hablarlo con mi
esposo sin acabar ahogada en llanto, lo cual me hace ver que voy por buen
camino. Llevamos ya un año de feliz lactancia y aunque yo creía que empezaría
el destete por estos momentos, la verdad es que estamos tan a gusto que ya ni
me cruza por la mente.
Paulina y bebés
Soy mamá de
tres niños. Mi experiencia con la lactancia ha sido como cuándo conoces a una
persona, un acercamiento progresivo. Primero, con algo de extrañeza y
desconfianza, y, por fin ahora, una
relación amistosa y placentera.
La mayor tiene 5 años, el
que sigue 3 y la bebé 5 meses, a quien estoy amamantando con leche materna
exclusiva (LME) desde que nació.
Con mi hija
mayor fue complicado, logré darle mi leche aproximadamente dos meses. Era mamá
primeriza, trabajaba por las mañanas y mi hija fue a guardería desde los 40
días. Se me hizo difícil sacarme la leche. Me saqué solo un día, en el trabajo, con un extractor manual. Saqué una onza en 20
minutos y me frustré; no volví a intentarlo. Yo no sabía que con la práctica y
constancia, saldría más. Primer punto importante: la importancia de contar con información.
A mi segundo
hijo logré darle seis meses de forma mixta, pecho y fórmula, para descansar un
poco más. Al principio le di pecho durante el día y fórmula antes de dormir
para que él durmiera mejor en la noche. Ya no trabajaba toda la mañana en un
lugar fijo. Tenía un trabajo más flexible, desde casa, y sólo salía una mañana
por semana a la oficina, trabajo que
conservo hasta ahorita.
Curiosamente, ahora con mi
tercera beba, a quien le doy LME, descanso mucho más por las noches y me siento
mucho menos agobiada en el día. En las noches duerme conmigo y con su papá.
Para mí, el factor más importante de todos para lograr una lactancia exclusiva
es, sin duda, el no estrés. Estar
estresada, pensando en las mil actividades que hay por hacer, inmediatamente
complica la lactancia. Considero que tengo mucho menos estrés ahorita, con tres
hijos, que con dos o con uno. Me han preguntado a qué lo atribuyo y creo que a
tres cosas principalmente: tengo un poco más de experiencia al ser mi tercera
hija, cuento con muchísima más información y el tipo de trabajo que tengo.
Estar en casa ha favorecido que yo le de leche a libre demanda desde el
principio. Hago un pequeñito banco de leche para el día que me ausento de casa
durante la mañana, por lo que basta con que me saque leche en pocas ocasiones.
Generalmente, el día que me saco leche es en el trabajo, el día que voy. Sin
estrés y en un lugar donde puedo estar tranquila y cómoda, sin prisas. No saco
tanta pero ahora pienso que cada bolsita que sume, así sea una o dos onzas, es
una gran ganancia.
Considero
fundamental que las mamás tengan las condiciones
favorables para amamantar, mínimo los primeros 6 meses de vida del bebé y
hasta el año de ser posible. Y por esas condiciones me refiero a muchas cosas,
empezando por la conciencia social, es decir, de quienes rodean a la mamá, de
que la lactancia es fundamental para el bebé. Hay muchos prejuicios. Algunas
personas te ven como cosa rara cuando estás amamantando, cuando debería ser lo
más natural del mundo, es lo natural, de hecho. Los pechos están creados para
eso, para alimentar, es su función principal. Desafortunadamente, muchas
personas todavía los ven principalmente como un objeto sexual. Y ahí empiezan
muchos problemas, porque como mamá no te sientes cómoda de amamantar en
cualquier lado. Esto lo superé mucho con mi tercera hija. Con ella me pongo mi
capita de lactancia y puedo darle en cualquier lugar, cosa que con mis hijos
anteriores no podía; me daba pena, me sentía incómoda. Entonces, si llegaba
visita -que era muy seguido- yo les daba biberón. Hasta hoy comprendo que lo que aumenta la producción de leche es la
succión constante del bebé y por eso insisto, el contar con información a
mi me cambió la vida como mamá. Creo que por esto, muchas mamás dicen (entre
ellas yo, anteriormente) no tengo mucha
leche o no lo lleno y dan biberón. Eso
inmediatamente baja la producción de leche y la lactancia va disminuyendo.
El apoyo de mi esposo ha sido fundamental.
El hecho de que yo de LME implica que mi esposo se involucra de gran forma en
el cuidado de mis otros dos hijos y en las labores domésticas, algo que él
desde siempre ha hecho. El apoyo de la pareja es fundamental. La decisión de
amamantar, en ese sentido, no es sólo de la madre.
También
comprobé lo fundamental que resulta la forma cómo llega el bebé al mundo. Mi
tercera hija llegó a través de parto natural (mis otros dos hijos por cesárea).
Hubo alojamiento conjunto, es decir, la bebé nunca fue a cunero, estuvo conmigo
todo el tiempo. Desde que salió de mi panza se pegó a mi pecho, lo que hizo que
la leche bajara más pronto. La conexión
con ella fue inmediata.
Al principio me dolió. Las
primeras semanas se me agrietaron los pezones y en una ocasión se me tapó un
conducto; tuve fiebre y escalofríos. El Doctor me dijo que justo la forma cómo
se iba a destapar era que mi hija comiera más de ese lado. Así que justo la
solución sugerida era soportar dolor un rato para luego dejar de sufrir. Curioso pero así fue. Implicó sacrificios y
dolor al principio pero todo vale la pena, pues ahora la lactancia es una
experiencia totalmente placentera. Informarme sobre los beneficios que la
lactancia trae al bebé fue suficiente motivación para decidirme, sin contar los
múltiples beneficios que también trae para la mamá. Al final, si se quiere ver
también el asunto económico, es un fuerte ahorro. La leche de fórmula, no deja
de ser un gran negocio para muchas empresas.
No quiero dejar
pasar otro factor que para mí ha sido fundamental: contar con apoyo de otras mamás, con las que
podemos plantear dudas, pedir consejos, compartir experiencias, etc. En el
mismo lugar donde trabaja el equipo que recibió a mi bebé, dan charlas
mensuales sobre la lactancia. Una mamá experta en el tema va y atiende tus
dudas. Yo asistí una vez embarazada y otra vez con mí beba y me ayudó
muchísimo. En el facebook estoy en un grupo que se llama “Dudas de lactancia”,
al que me invitó una amiga. Saber que otras mamás pasan por los mismos
problemas y que te dan consejos sobre como resolverlos, te hace sentir
acompañada. En otro grupo estoy conociendo más sobre la crianza con apego. Gran
utilidad que pueden tener las redes sociales.
Aunque dicen que amamantar
es lo más natural, para mi ha significado un gran reto y agradezco poder
lograrlo ahora. Cinco meses y vamos por más. Me siento orgullosa de mi misma.
La sensación que se tiene al amamantar es algo complicado de explicar con
palabras. Es una sensación de bienestar total, un cosquilleo en el estómago,
una sensación de “todo está bien”. Se detiene el tiempo. Esto es lo principal.
Ante la actividad de cada día, el andar de prisa, el cumplir con el trabajo, el
arreglo de la casa, el cuidado de otros pequeños…otro gran regalo que me ha
dado la lactancia es un momento para mí y mi bebé. Ella come y fija su vista en
mí de una forma incondicional y agradecida. Para ella es un gran regalo
también. Soy su principal alimento en este momento, físico y emocional.
¡Que gran responsabilidad y
que gran privilegio!
Monse y Julia
Tipo de parto: vaginal
Edad gestacional: 37.2
Uso de medicamentos: oxitocina y analgesia
Un poquito de antecedentes sobre mi embarazo,
a pesar de no tener ninguno de los factores de riesgo, se me diagnostico
diabetes gestacional al rededor de la semana 26, por suerte, no fue necesario
recurrir a medicamento para controlarlo, solo con una dieta (estricta), y
llevar el control con un glucometro fue suficiente para continuar mi embarazo
de manera casi normal.
Para el control de la
semana 36, se detectaron dos señales de alarma, que individualmente no son
graves, pero en conjunto si. La primera fue la baja de líquido amniótico, se
hacen 3 mediciones durante el eco, de los espacios donde hay líquido, y la suma
de estos 3 espacios debe de ser de 10, en mi caso sumaba 7. Y al pasar a las
mediciones del bebe, se detecto que estaba creciendo en tamaño, pero no
aumentando de peso. Muy posiblemente esto fue consecuencia de la misma diabetes
gestacional.
Durante esos días me
pusieron inyecciones de sulfactante, para madurar los pulmones; también me
realizaron varias pruebas para confirmar la salud de mi bebe, y estuve en
monitoreo constante con la doctora. La comunicación con ella fue la clave, pues
ella sabía que queríamos un parto natural, pero también a una bebe sana, y ella
por su parte, también nos dejo en claro que su mayor fin era mantenernos sanas
a las 2, y que las posibilidades de una cesárea de emergencia eran altas (hasta
un 80%).
Finalmente, la doctora
decidió estimular un parto de manera natural, haciendo un desprendimiento de
membrana. Unas 8 horas más tarde, inicié con trabajo de parto, cuando las
contracciones se volvieron constantes, mas o menos de 30segundos cada 5
minutos, nos fuimos al hospital, para poder llevar un monitoreo cardiaco de mi
bebe, pues aun existía la posibilidad de que no resistiera el trabajo de parto,
por su mismo bajo peso.
Para tristeza mía, solo
tenia una dilatación de 3cm al llegar al hospital, y aunque mi bebe estaba
muy bien, era preferible tener un parto
rápido, por lo que se me puso oxitocina, y de inmediato sentí las contracciones
con mucha más fuerza, pero siempre se me permitió caminar y estar en movimiento
para sobrellevar el dolor.
Rápidamente llegue a
8cm de dilatación, (mucho más rápido de lo esperado), y en lo que nos
preparábamos para ir a la sala de expulsión llegue a 10. Apenas me pusieron el
bloqueo, cuando mi bebe ya estaba naciendo en apenas 3 pujos, esperaron a que
el cordón dejara de latir para después cortarlo, y luego poner a mi hermosa
niña en mi pecho, aunque no logro prenderse de el en ese momento.
Mi niña nació con 2,410
Kg. y 47cm, apgar 9, y se le clasificó como prematura. No necesito quedarse en
incubadora, pero si se le estuvo monitoreando la glucosa, también, en los
cuneros, le estuvieron dando suero glucosado y formula, en vasito, hasta
confirmar que sus niveles de glucosa eran normales (1 día).
Para cuando la llevaron
a mi cuarto, tratamos de que se prendiera del pecho, y a mi parecer (de
primeriza), no lo logramos. Más tarde, cuando la doctora fue a revisarme, nos
ayudo un poco y me dijo que si se estaba prendiendo bien, sin embargo, yo
seguía con la sensación de que no estaba alimentándola.
Al salir del hospital,
fuimos con mi maestra de psicoprofiláctico, Becky Himmelman, que es también
asesora de lactancia, y ella, con toda la paciencia del mundo, nos ayudó a que
mi niña y yo, tomáramos la postura correcta para lactar, y aunque yo juraba “no
salía nada”, me demostró que ella si estaba alimentándose, se veía claramente
como daba sus traguitos. Esas 2 horas fueron la clave para nuestra tranquilidad
como papas, y para establecer una lactancia, segura de que estaba alimentando a
mi bebe.
Me vi rodeada de
información a través de amigas que amamantaban a su bebe, de grupos de
lactancia, y el pediatra pro-lactancia. Y por parte de mi familia, hubo respeto
hacia esa información y no se critico (tanto), nuestra lactancia.
El único punto que si
genero controversia, fue el de libre demanda, cuanto tiempo y que tan seguido
darle, pues “todo el día estaba pegada”. Sin embargo, con el apoyo de Papá,
logramos ignorar todos esos comentarios y seguir adelante con la libre demanda.
Mis pechos casi nunca
se pusieron duros, prácticamente nunca gotearon, y mucho menos vi salir
“chorros” de leche, pero a mi niña nunca le falto alimento. Claro que hubo
momentos de duda, en especial durante las crisis de crecimiento, pero con la
información y el apoyo de otras mamis, seguimos adelante.
Llego el momento de
preparamos para el regreso al trabajo, y con la extracción de leche no nos fue
tan bien. Durante el tiempo en la oficina, mi nena se tomaba 9 onzas en 3
tomas, yo solo extraía 6oz, por lo que hubo que recurrir a la lactancia mixta.
Intenté de todo para
aumentar mi producción, pero siempre quede rezagada, pues ella también crecía y
demandaba más onzas. Batallamos un poco
con la fórmula, pues la estreñía muchísimo, aun las especiales anti-estreñimiento.
Descubrimos el colecho a los 5 meses, que maravilla!
Estuve haciendo
extracciónes en el trabajo durante 1 año, hasta sus 14 meses, y es francamente
agotador. Poco a poco, deje de hacerlas, para ya solo darle pecho por las
noches, y fines de semana, y así continuamos hasta el día de hoy, con 21 meses.
El destete no se ve próximo, y no se ve sencillo, pienso que será más
allá de los 2 años… y yo que veía como imposible llegar a los 6 meses, me
sorprendo todos los días.
Karla y Emiliano
Tipo de
parto: Cesárea
Edad
gestacional: 8 meses
Hace poco más de un año recibimos la tan esperada noticia. Por fin, después de una larga lucha y espera,
¡había sucedido el milagro!, un pequeño corazón extra latía dentro de mí; la felicidad
nos invadió de repente.
Sin embargo, a menos de la mitad del embarazo, nos diagnosticaron
placenta previa de oclusión total, así que desde ese momento se determinó como
embarazo de alto riesgo con todo lo que
eso conlleva: reposo casi absoluto, restricciones extras, medicamentos,
monitoreos, y un sin fin de etcéteras que culminaron en una cesárea prematura a
los 8 meses.
Si, todos esos meses, a pesar
de los pesares me sentía tan feliz, fue entonces, al escuchar su llanto, cuando
comenzó ¡la aventura más maravillosa de nuestras vidas!
No todo fue color de rosa. Además de los riesgos por mi tipo de
embarazo, poco antes del nacimiento se detectó que uno de los riñones de
nuestro bebe estaba dilatado y, es aquí,
donde empieza la historia del segundo
milagro vivido: “LA LACTANCIA”.
A las 24 hrs de nacido le hicieron varios estudios y nos avisaron que
tenía una alteración congénita que no permitía que el riñón derecho filtrara
casi nada y, por ello, el otro riñón podría verse afectado al tratar de
compensar el funcionamiento irregular. Así que lo más recomendable sería
esperar a que cumpliera 9 meses -a que tuviera el peso adecuado- y quitarle el
riñón dañado. Claro que fue un baldazo de agua fría para nosotros, sin embargo,
nada podía con nuestra felicidad. Bueno,
¿y qué tiene que ver esto con La
Lactancia? Mucho! más de los que se imaginan… Con todo lo sucedido por el tipo
de embarazo, parto, prematurez, etc., nos habían avisado que muy probablemente
no pudiera lactar, o al menos no pronto -tal vez no bajaría la leche- o el agarre
podía ser muy deficiente por las semanas de gestación.
Ya estaba hecha a la idea, pero
como me había dedicado a investigar lo del riñón, sabía que no había nada mejor
para mi bebe que mi “savia materna”.
Sin embargo, cuando nos lo llevaron fue más la emoción de verlo que
otra cosa; ni me acordé si tenía que comer o no, pero de repente algo goteaba
de mi pecho. Cabe mencionar que no tenía ni idea de cómo era eso de pegármelo al
pecho y más por instinto que por conocimiento acerqué al bebe que inmediatamente
se enganchó.
Hoy a 9 meses de LME -más la ablactación a partir de los 6 meses-
podemos decir que ha sido una experiencia maravillosa, con muchos alti-bajos,
muchos momentos de estar a punto de tirar la toalla, pero muchos más en los que
¡una pequeña sonrisa hace valer cada instante!
Hoy se cumple una semana después de la cirugía y quiero compartir las
palabras de los médicos: “La leche materna logró lo que ninguno habríamos
esperado; salvó a este bebe de perder el riñón. Gracias a que la leche materna se absorbe casi en su totalidad, el
riñón no se forzó a trabajar de más y mantuvo una capacidad de seguir
trabajando, aún con la poca filtración.” En la cirugía retiraron el pedazo
de uréter dañado, pero sus riñones aquí siguen completitos con él. Y así es
como hoy no me puedo quitar de la cabeza que más que leche materna las mujeres somos capaces de producir ¡ORO
LIQUIDO!
Claro que esto no es sólo logro mío, es logro también de mi esposo que
está en todo momento brindando amor incondicional y apoyo, demostrando que el papá puede y debe
compartir cada etapa de la crianza; es logro también de todos las personas
maravillosas que Dios puso en nuestro camino para darnos orientación en algo
tan exageradamente nuevo para nosotros: ser padres; gracias a que existen personas
como el equipo de Magenta Educación Perinatal y las asesoras de la Liga de La
Leche, dedicadas en cuerpo y alma a demostrarte que no estás sola en este andar
y, por supuesto, el mayor logro es de Emiliano, que aún sin palabras nos ha enseñado
que las bendiciones, los milagros y el amor eterno ¡existen!
Melissa y Aurora
Desde
qué supe que estaba embarazada, me dedique a investigar artículos por internet,
leer revistas y libros sobre embarazo y maternidad. Supe que quería amamantar a mi bebe porque
supe los beneficios de la lactancia materna y una amiga me agrego al grupo
Dudas de Lactancia de Facebook. Cuando comencé a leer los comentarios de la
Página, me di cuenta que por muchos años viví engañada, hay tantos mitos sobre
la lactancia!
Ya que nació mi bebé, lo primero que hice fue darle pecho; los primeros días fueron difíciles pues ella se desesperaba, como que no nos acoplábamos y yo me desesperaba también. Lulú me ayudó mucho y al final de la primera semana estábamo felices.
Pero
entonces me comencé a sentir mal y me llevaron al hospital; preclampsia
postparto fue el diagnóstico. Estuve dos días internada con medicamento fuerte
ya que mi presión no bajaba.
Me
sentía mal porque yo quería seguir amamantando a mi bebe y no podía debido al
medicamento, así que le tuvieron que dar fórmula pero vomitaba mucho. Durante
una semana no la pude amamantar -pedí al médico que me cambiara la medicina
pero no se pudo- y ver otro doctor no era una opción ya que no tenía suficiente
dinero para pagar otro especialista. Fue la semana más horrible que he vivido!
5 fórmulas en 7 días y ninguna le cayó bien a mi bebe: estreñimiento, llanto,
estrés… era una pesadilla… cuando el pediatra cambiaba la fórmula, mi bebe se
estreñía y lloraba para evacuar y yo también lloraba junto con ella.
Platiqué
mi situación con Alicia y me ayudo preguntando a un médico de La liga de la Leche.
Mi problema era que la dosis de medicamento que tomaba no me dejaba amamantar,
pero si la disminuía si podría. Seguí mis instintos y disminuí la dosis; al fin
pude alimentar a mi pequeña, fue hermoso!! Volví a la vida!!
A los
pocos días, el doctor me retiró el medicamento pues ya estaba bien, pero no olvidare que Alicia me hizo confiar en
mí, que como mama supe lo que tenía que hacer.
Amo a
mi pequeña y amo amamantarla!!
Alicia y Miriam
Edad gestacional: 9 meses
Nacimiento: Cesárea
Mi única hija ya tiene 23 años. Mi problema fue lactancia y epilepsia
tónico-clónica que inició desde que yo tenía 10 años; incurable pero
controlable. Afortunadamente, durante el embarazo no convulsioné ni tomé medicamentos alópatas, pero sí tuve un
ataque fuertísimo a los dos meses de que nació mi hija, cuando la lactancia
estaba bien esta blecida. Los médicos me recetaron e indicaron destete y opiniones contra
la lactancia sobraron: “tienes que estar
bien para cuidar a tu bb, si estás mal, no la puedes atender” Era el más
lógico.
Sin pensar, tomé los medicamentos un día y suspendí el pecho.
Al día siguiente, con los pechos a reventar, le llamé al doctor y me dijo que
el efecto de la medicina duraba 8 horas, así que ya no tomé nada y volví a
darle. Mi intuición me decía que, ni se me iban a quitar los ataques
pero si iba a destetar a mi bb. Decidí tomar homeopatía que no me funcionó porque, en
mi caso, una lesión en el cerebro es difícil de controlar con homeopatía, pero
me hacía las ilusiones de estar haciendo “algo” por la enfermedad.
Una gran Líder de la Liga de la Leche me escuchó con toda calma
y, al final, me preguntó ¿y tú que
quieres?” Entonces me di cuenta que solo le había hablado de todo lo que decían
los médicos y mis familiares. Cuando estamos inmersos en una situación difícil,
es posible no pensar en lo que queremos y guiarnos por lo que dicen los demás.
Mi respuesta automática fue *¡yo lo que quiero es dar pecho!” Puedo decir con
certeza que me abrió los ojos.
Investigué y supe que una convulsión no afecta a la leche
materna, así que di pecho. Sin embargo, nunca tuve la dicha de cargar a mi bb
en rebozo o caminar con ella abrazada… siempre le daba acostada o sentada y
lista para correr si me daba el ataque dejándola en el lugar seguro donde
estaba amamantando. Dormía con ella, con la cuna pegada a la cama, de manera que *si me daba* no le hiciera daño;
siempre la protegí.
Le di pecho hasta casi los tres años, cuando ella lo dejó. Se
chupó el dedo, no me importó. Muchas veces le di pecho acostada y a punto de
sacarme por el *aura* que sentía. El *aura* es el indicador de que se puede
desencadenar un ataque o no, pero siempre es una amenaza y a mí no me abandonó
durante toda la lactancia, a diario, varias veces al día, leve o fuerte, pero
nunca dejé de sentir.
Jamás me voy a arrepentir de haber confiado en mi intuición: confiar en
mi es lo mejor que hecho en mi vida. Efectivamente, tal como lo pensé, la
epilepsia no desapareció pero sí hubiera destetado a mi hija.
Hoy si tomo medicamentos alópatas, un “cocktail”, y con eso
estoy controlada. Los tomo con gusto porque vale la pena inmensamente sentirme
normal, no convulsionar, no sentir descargas, es una maravilla.
Mi hija nació por cesárea, deshumanizada, pero nació bien.
Tampoco me importa, de verdad. Los médicos cometieron violencia obstétrica, yo
no; queda en su consciencia. Me regañaron por gritar, me *sujetaron*
-amarraron- de los brazos y platicaron de futbol. Y les pagué bien además. La
separaron de mí y se la llevaron al cunero, fue hasta el día siguiente que me
la llevaron. En el hospital no tuve fuerzas siguiera para ir a “visitarla” pero
cada que me la llevaban la daba pecho y tiraba el biberón al lavabo. Cuando iba
la enfermera por ella, le decía que se lo había acabado; tampoco tenía fuerzas
para pelearme.
A la Liga de la Leche llame hasta que me dio la convulsión, pero
mi preparación durante el embarazo fue la lectura de un libro de Ina May Gaskin
“Tu bebé al pecho” que conservo con
gran cariño. Por ella supe del calostro y de prenderla desde el nacimiento, por
ella supe que podría.
Así que ya se pueden imaginar que los “problemas” de dolor en los pezones al principio de la tetada,
cólicos, picos de crecimiento y todo lo que le pasa a un bb que no es grave y
hasta normal, me sabían a gloria comparado con la epilepsia. Por supuesto me
angustiaba como toda madre si estaba malita y claro que la atendía; lo que
quiero dar a entender es que solo tenía fuerzas para salir el día y aclaro que
en ningún momento estoy minimizando otros
problemas de lactancia de las madres y sus preocupaciones.
Debido a esta experiencia me preparé como Líder de la Liga de
la Leche, para devolver un poco de todo lo que fui ayudada emocionalmente, sin ser
juzgada ni criticada, ser aceptada y pertenecer. Además soy mamá soltera pero con una madre
-la abuela- que siempre me apoyó y hoy desde el Cielo lo hace.
Una enseñanza de mi madre que quisiera patentar es su respuesta
tranquila en momentos de crisis de mi hija “¿queee tieneee?” Búscale hija, no es de peluche, abrázala,
tranquilízala, que no llore, dale pecho* ¡Cómo me hacía sentir segura de que
yo podía!
También me ayudó muchísimo
comprender que la lactancia es una relación, no solo un método de alimentación,
que los bebés quieren pecho por mil razones; me desestresé de horarios y
tiempos, si estaba sana, todo bien, al pecho lo que quisiera, era cuestión de
maternidad. Así que mientras estuviera bien, recordaba que no era de peluche y
le buscaba.
Claro que la llevaba a revisión con su pediatra, me informaba
en la Liga y ella bien; si se enfermaba la atendía, todo como madre. Se destetó
sola y se dejó de chupar el dedo también sola. La dormía sobre mi pecho, la
acompañé a empezar a caminar y comer, permití que comiera con las manos y se
vaciara el resto de sopa sobre la cabeza. Ahora es segura, sabe lo que quiere y
solo me queda seguirla acompañando por siempre.
Lo único que me da tristeza es no haberla cargado con rebozo
o abrazarla y caminar con ella libremente, es lo único, tenía que estar siempre
al pendiente. Pero estábamos juntas día y noche. Dejé de trabajar para estar
con ella sus primeros cuatro años, tampoco me arrepiento. Para mí, la mejor
oferta de trabajo de tiempo completo era criarla. No gasté en fórmula y le lavé
pañales de franela, el dinero lo usaba para comer y lo básico, ningún gustito.
Menos me arrepiento.
Después vinieron tiempos en los que regresé al trabajo y pude y puedo
hacer lo que quiero, pero esos primeros años ya no los podía repetir nunca. Vi
cuando le salió su primer diente y cuando empezó a gatear, cuando dijo mamá la primera vez, nadie me platicó
nada, lo vivimos.
Hoy estoy pensionada por las secuelas de la misma enfermedad,
ya no puedo trabajar al 100% y de tiempo completo en la carrera que estudié y
por eso me puedo dedicar a apoyar la lactancia materna, de madre a madre,
porque cada bb es una vida. No me interesan las multitudes ni dar conferencias;
lo que me interesa es esta mami y su bebé que tengo enfrente, que salgan
adelante en su lactancia.
Y así, cada una de nosotras tiene su historia de grandes
retos, este fue el mío y todos son igual de intensos e importantes.
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